Luego de que Pilar Ternera tuviera un hijo de apellido Buendía, fue llevado a casa de los abuelos. Recibió el nombre de José Arcadio, y se puso como condición que nunca se le revelara su origen. Úrsula empezó a encargarse de la economía familiar, y así sería permanentemente, con su industria de animalitos de caramelo. José Arcadio Buendía se volvió una autoridad en el pueblo y nadie hacía nada sin antes consultárselo. Aureliano había crecido mucho, se volvió silencioso y solitario, y empezaba a aprender el arte de la platería. Un domingo, llegó Rebeca, con una caja que llevaba los huesos de sus padres y una carta dirigida a José Arcadio Buendía. Llegaron a creer que la niña era sordomuda, ya que no hablaba ni tenia ningún tipo de reacción y desde el primer instante comenzó a chuparse el dedo. Al tiempo se le descubrió la costumbre de comer tierra húmeda y cal de las paredes. Luego de pocas semanas pareció restablecerse y no tardaron en considerarla como un miembro de la familia. Tiempo después llegó a Macondo la peste del insomnio y las personas del pueblo pasaban noches sin dormir y comenzaban a olvidar cosas. Todos fueron curados de la terrible enfermedad por Melquíades, quien había regresado de la muerte, porque no había podido soportar la soledad.
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